He pecado,
y me confieso ante esta copa de whisky y ante el olor a tabaco mezclado con el salado aroma de las lágrimas,
arrodillado ante la intimidatoria sombra de sus recuerdos,
maldiciendo cada minuto de mi vida y fustigando mi alma con alcohol y con lamentos,
diezmado por el dulce murmullo de los pájaros al amanecer,
y observado por aquellos ojos canela,
los mismos que un día me hicieron sobrevivir,
y que esta noche firman la sentencia de muerte de este pobre tarado.
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