Fuera de mi vida.

Miro al cenicero, un cigarro consumido,
han pasado 15 minutos sin dejar de mirar su foto,
llevo su imagen en el subconsciente,
como un puto zumbido,
inerte, pero se siente,
demuestra que aún no te has ido,
que aunque solo sea en mi mente,
puede que aún no te haya perdido.

Y aquí sigo dando vueltas a mi cabeza,
es lo mío,
por qué será que no repito,
que a los hechos me remito,
quedé cual perro herido,
pero vuelvo con el rabo entre las piernas.

No sientas por mi compasión ni pena,
yo no quiero que te duela, quiero que desaparezcas de una puta vez,
que te alejes de mi vida para nunca más volver.

Viviendo esta pesadilla no se me ocurrió más que pensar,
¿por qué pudo ocurrir?´,
¿qué cojones hice mal?
Ahora me doy cuenta que no soy yo el que pudo fallar,
fuiste tú, que me dejaste con un cigarro y nada más.

El lamento de un sueño

Nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, dicen.
Pues aquí estoy, pensando en cómo pudo ocurrir,
no te fíes ni de tu sombra, dicen.
Pocas salidas tiene ya esta forma de vivir, ¿o era de morir? ¿o de morir viviendo?
Ya no lo entiendo, tengo un cacao mental
que ya no se ni lo que siento, 
pero sigo atento, aún queda la oportunidad, 
sigues siendo lo primero que pienso al despertar,
algún retazo de tu alma, se quedó conmigo.
Deberías odiarla, dicen unos.
Pasa de ella, dicen otros.
Pero sé que volverás, 
al menos eso quiero pensar, 
sabes que nunca me cansé de soñar, 
porque de sueños viven los tontos,
y los tontos sólo tienen sueños.
Así que seguiré viviendo este sueño, 
llamado vida, intentaré buscar una salida, 
una bala perdida, algo que me mate o que me espante, 
una ilusión, un sueño más que aumente estas ganas de volar, de soñar, de cantar, de morir cantando,
algo que me haga pensar que al final has valido para tanto,
algo que haga que no me arrepienta de habértelo dado todo.